viernes, 15 de agosto de 2008

El neceser

La última vez que estuve en casa de Jose, me dejé olvidado el neceser con mis pinturas en su baño.


Ocurrieron varias cosas que nos fueron separando. Sabía que él salía de viaje a Nueva York y antes de se fuera le llamé y le dije de quedar para recuperar mi neceser. Me dijo que no podía, que me lo "haría llegar con Seur"... Estaba segura de que no quería ni volver a verme. Me sentía fatal porque no sabía qué había hecho mal. Él se marchó de vacaciones y no recuperé mis productos de maquillaje.


Ahora que regresó, hemos vuelto a contactar un par de veces, no siempre del todo bien (como habreis podido comprobar los que leais los comentarios de este blog...) y, el lunes, en previsión a mis vacaciones y al viaje que voy a hacer, le volví a reclamar mi neceser. El único día que podía acercarme a buscarlo con el tren era el viernes, al ser fiesta, pero me dijo que salía para hacer kite-surf en el Delta del Ebro, que debía estar allí antes de las nueve. Comprobando horarios de Renfe, ví que era imposible. El miércoles pensé que podría pasar el viernes tarde, cuando volviera del Delta. Su respuesta no se hizo esperar: el jueves había de ir a Barcelona, ya me lo acercaría él. La irónica respuesta de Xavi al enterarse fue que debía tener planes para esa tarde y no quería que se los interrumpiera, posiblemente con su nueva amiga... Eso, añadido a la foto que se ha puesto en el Messenger, donde una guapa pelirroja está sentada en su moto y le pasa el brazo sobre los hombros, me hizo sentir muy mal. Seguro que me haría bajar a la calle y ni saldría del coche para darme el neceser, puede que hasta me lo tirara...

El jueves noche estaba sola en casa, ni siquiera me cambié de ropa, continuaba con el uniforme del trabajo y acababa de cenar cuando sonó mi teléfono. Me preguntó el piso y a continuación alguien llamaba a mi timbre. ¡Jose subía a mi casa! Entró, nos dimos dos besos en las mejillas, se sentó en el sofá y me hizo entrega del famoso neceser. Sus ojos expresaban tanta dulzura, me sonreía, no me lo podía creer, parecía alegre de verme... Estuvimos hablando hasta tarde, me contó su viaje a Nueva York y a Méjico, tal como hace él, gesticulando mucho y poniendo mucho énfasis en todo, yo estaba encantada, no podía dejar de reir. ¡Cuanto había echado todo eso de menos!

La conversación fue tomando un cariz más personal y, a pesar de que me había prometido a mi misma no hacerlo, le pregunté que cómo le habían ido los amores este tiempo. Me dijo que no había estado con nadie más. ¿Y la chica de la foto? (¡cuanto me odié por preguntarle eso!) Era la mujer de un compañero de las 24 horas de Montmeló, había puesto esa foto porque salía él en los boxes con la moto... Muy pronto nos estabamos besando, acariciando, no pude evitar llorar un poquito.... Pero no quise ir más allá, no quiero volver a engancharme tan pronto, necesito tener claro que me puedo entregar sin reservas y que seré correspondida, que no me van a utilizar, no quiero volver a sentirme mal... Me reconoció que siente celos cuando le hablo de algún amigo, de las cosas que hago... y eso me pareció muy enternecedor.

Nos despedimos con cariño, esperando volver a vernos pronto.

Tengo la cabeza hecha un lio y el corazón lleno de interrogantes.

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