jueves, 10 de abril de 2008

Un juego


Cuando Fran y yo nos casamos no teníamos dinero para irnos de luna de miel, con lo poquito que habíamos sacado en la boda nos compramos una Playstation, aquel cacharrillo gris que nos hizo pasar tan buenos momentos juntos (y también discutir y enfadarnos en otras ocasiones, por qué negarlo).

Fran era las manos, la agilidad, la velocidad de reacción. Yo el cerebro, las estrategias, la memoria. Juntos, el equipo perfecto.


Nuestro primer juego fue Medievil, una divertida calaverilla que iba matando zombies.


Pronto nuestros juegos favoritos fueron los llamados "survival horror": Resident Evil, Dino Crisis, Alone in the Dark, Parasite Eve...


Pero si hubo un juego que nos impactó como pocos fue Silent Hill. Jugábamos siempre de noche, al acabar la jornada, después de cenar, los fines de semana hasta altas horas de la madrugada. Fran machacaba a los enemigos con crueldad, yo resolvía enigmas y puzzles y le iba guiando por los pasadizos y callejuelas. Seguíamos con interés el transcurso de la historia, cabreándonos con los malos, emocionandonos con la muerte de la bonita enfermera y pegando botes en el sofá con cada susto.


Recuerdo especialmente una ocasión en que nos habíamos quedado atrapados, no sabíamos como seguir (luego ya descubrimos las guias que se iban publicando...), había un enigma que se nos resistía, unos cuadros con unos dibujos de horóscopos y un panel numérico debajo.... Después de estar dándole vueltas a todo tipo de soluciones sin acertar, casi a las cuatro de la madrugada, decidimos dejarlo e irnos a dormir.


Ya metiditos en la cama, con las luces apagadas, empezando a quedarnos dormidos, se me ocurrió sugerir: "oye, ¿no será el número de patas?..." Así que nos levantamos otra vez para probarlo. Y lo que es peor, como funcionó, ¡continuamos hasta más de las seis!


Era tal el nivel de obsesión que tenía con el juego que a veces me parecía oir las sirenas que avisan del cambio del mundo "normal" al otro "perverso" en mi vida cotidiana.


Llegamos a jugarlo hasta cinco o seis veces, para conseguir todos los finales y todas las armas.


Es una lástima que sus secuelas ya no fueran tan adictivas como el primer Silent Hill.

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