sábado, 5 de abril de 2008

Un viaje a Pamplona


Desde la primera vez que charlamos en un cibercafé a través de la webcam, durante el mes de Agosto del 2007, Alfonso y yo conectamos muy bien. Era tan alegre, tan espontáneo y expresivo que me hizo reir a carcajadas. Me invitó a ir a su casa, en Pamplona. Y yo no tuve que pensarlo mucho para decir que sí.

Así que un fin de semana de Septiembre le pedí a mi jefe terminar un poco antes a mediodía el sábado, me cambié de ropa allí mismo en la tienda, mi super sexy vestido negro del Zara, y Xavi me acercó a la estación de autobuses de Sants Barcelona, deseándome que lo pasara genial.

Alfonso ya me había avisado de que, precisamente ese fin de semana, ese sábado noche, tenía que ir sin falta a la fiesta de inauguración que daba su amiga Juncal para abrir una escuela de baile flamenco. A él le chifla el flamenco, estaba deseando oir cantar en directo al grupo gitano que iba a actuar en la fiesta.
Las seis horas de viaje tras la jornada laboral (desde las seis de la mañana levantada!) me dejó rota. Al llegar a la estación de autocares necesitaba urgentemente ir al baño... y no encontraba ninguno!
Alfonso apareció y me dijo que pasaríamos antes por su casa para dejar mi equipaje. Era igual de encantador en persona, vivaracho, parlanchín, no muy alto pero con un cuerpo que más de un jovencito envidiaría a sus casi 40 añitos, una manera de vestir muy juvenil, moreno, pelo negro ensortijado y tremendos ojos verdes.
No pude llegar a tiempo a su casa, por el camino ya se me había escapado un poco el pis.
Su piso era muy de estilo okupa, con banderas en las paredes, cuadros y mobiliario recogidos de la calle, pilas de cd's y demás por las estanterias y un ordenador en el centro del comedor.
En su baño me quité las braguitas mojadas, me lavé y pensé en ponerme una muda limpia que llevaba en mi mochila. Pero al salir, fui "abducida" hacia su sofá, fundidos en un apasionado beso. Sus caricias iban bajando por mi anatomía y al llegar a mi trasero, me puso una encantadora cara de sorpresa. Demasiado tentador jejeje opté por provocarle toda la noche haciéndole saber que no iba a llevar ropa interior...
Permanecí sentadita en una silla durante toda la fiesta, pero divirtiendome mucho, aunque el flamenco no me gusta.... Él me iba presentando a sus amigos y amigas, pasándoselo pipa, bailando, cantando, grabándo las actuaciones con el movil, acariciando mis piernas, intentando grabar por debajo de mi vestido, el muy pillín.
A las tres de la mañana, ya dieron por concluida la fiesta, la gente se fue marchando y nosotros ayudamos a recoger las copas y platos vacíos.
Alguien seguía tocando en el escenario. "¿Cantamos una más?, ¡venga, una más!" y continuaron cantando, ahora en una forma mucho más íntima, las apenas seis o siete personas que quedábamos muy pegadas a los que actuaban, pidiéndoles canciones, escuchándoles muy atentamente. Alfonso estaba encantado (y guapísimo!), no dejaba de sonreirme.
A las cinco ya estaba muerta, casi dormida en mi silla. Él bastante borracho, después de tropecientas cervezas. Pero por fin nos fuimos para casa, alegres por la calle, cantando todavía, hablando con los desconocidos que nos ibamos encontrando, achuchándonos, deseando llegar...
Al dia siguiente, o vaya, ese mismo dia pero más tarde jejeje, nos fuimos de aperitivo. Yo no suelo beber, y tantos martinis ("marianicos" según Alfonso) me tenían ya un poco mareada. Luego de "pinchos", que manera tan genial de comer. ¡Y que rico todo!
La tarde nos pasó en un suspiro, disfrutando de nuestra mutua compañía...

Por la noche de cena, me sorprendió la cantidad de gente que ronda por las calles a esas horas de la noche, sentados en los bordillos de las aceras, esos chicarrones del norte tan impresionantes. No me imagino la que debe formarse para San Fermín... tiene que ser una pasada, tendré que probarlo en alguna ocasión...

Mi autocar de vuelta salía sobre las dos de la mañana. La nuestra fue una dulce despedida, asegurándonos que volveríamos a vernos.

El trayecto de vuelta fue un infierno, soy incapaz de dormir en un transporte en movimiento. Al llegar estaba molida, pero contenta de mi aventurilla en Pamplona.

P.D. Esta es la canción que no dejó de cantarme y que ya ha quedado grabada en mi memoria para siempre, ligada al recuerdo de este viaje...

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