sábado, 19 de abril de 2008

Casio


Yo tenía 18 años. Pasaba las tardes metida en Tercera Fase, una discoteca cercana a mi casa, donde trabajaba un vecino que me enchufó como animadora de pista. Bailaba casi sin parar desde las seis de la tarde hasta las diez de la noche.

Y una de esas tardes, conocí a Casio. Le vi deslizarse por la pista al son de la música como si la estuviera fregando, lo que me hizo sonreír.


Usé mis técnicas habituales para hacerme notar y cuando empezaron a poner las lentas y yo me aparté a un lado de la pista, le vi acercarse a hablarme. Apoyados en la barra, mirando la película que echaban esa tarde en la tele, "Fiebre del sábado noche", charlábamos. Una imagen de un joven John Travolta llenó las pantallas. Abrí la boca para hablar, pero las palabras murieron antes de salir. "Siempre me dicen que me parezco a este tío, y ¡me da una rabia!" me estaba diciendo Casio en ese mismo momento. Lo que yo iba a soltar, precisamente...


Se llamaba José Nicasio, pero le llamaban Casio. Me hizo la broma de que por las noches se dedicaba a fabricar relojes. Tenía unos veintitantos años, era peluquero, no muy alto y poseía un preciado R5 de color amarillo.


Continuamos viéndonos con regularidad. Me convertí en su paño de lágrimas. Cada vez que lo dejaba con su novia de toda la vida, una tal Elsa, volvía a mi y se pasaba las horas hablando de ella.


No pasábamos de besos y caricias, hasta que un día se enteró que que yo era virgen. Entonces se obsesionó con ser el primero. Yo estaba deseando tener mi primera experiencia con un hombre, porque como adolescente tenía muchas dudas sobre mi sexualidad.


Esa tarde me llevó a un bar, preguntándome una y otra vez si estaba segura mientras él se infundía valor con algo de alcohol.


Fuimos a un meublé en la C/ Virgen (jajaja) un pequeño pasaje junto a la calle Valldonzella. Nos hicieron esperar tras una cortinilla y luego un ascensor nos subió a la habitación. Recuerdo que me pidieron el carnet para comprobar mi mayoría de edad.


La habitación era toda de color azul, con muchos espejos en la pared tras la cama. En otra pared, un cuadro con dos mujeres que parecían peras y que se ha quedado grabado en mi memoria.


Casio se pidió un cubata que se fue bebiendo mientras yo me quitaba la ropa.


No recuerdo mucho de lo que pasó a continuación, sólo verle reflejado en los espejos mientras se movía tras de mi, y que yo no sentía absolutamente nada, aunque me gustaba mirarle en sus esfuerzos un poco beodos por darme placer.


Cuando terminó, se mostró un poco hosco conmigo. Me dijo que le había mentido, que yo no era virgen, porque no había sangrado nada y no le había costado entrar...


"Chavalote, tengo 18 años.... Nunca había estado con un hombre... pero no vayas a pensar que nunca me he masturbado... No es la primera vez que algo entra entre mis piernas..."


No volvimos a vernos. La experiencia se ha ido difuminando con el tiempo, se ha convertido en una serie de flashes, de imagenes, pero Casio ha quedado en mi historia como "Mi primera vez", justo lo que quería, ¿no?.


Un año después conocí a Fran y él sí me hizo descubrir todo lo bueno que podía tener el sexo.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ja! Que corte se llevaría el tal Casio...
Por cierto, Casio el que tenía yo para hacer música. Que estaba de moda que te cagas cuano yo era un crío...

Kisses!

j dijo...

Supongo que sabes el chiste del nombre más corto:
La de la Historia: pues mi nombre es O
El japonés: el mío más corto: Casi-o
El "desvirgador": gano yo: Ni-casi-o.
No me extraña que al final fuera tan insignificante...
Lo mejor de la historia pues, lo de la calle.