jueves, 18 de diciembre de 2008

En el Hospital

Mi hermana Mireia ya me había dado el toque en su último mail: mis dos abuelas son ya muy mayores y están bastante pachuchillas, así que quedamos en que, la siguiente vez que ella viniera a España me avisaría y iríamos juntas a ver a mi yaya Juana que estaba ingresada. Es curioso, es mi hermana pequeña y en cambio, soy yo la que se siente protegida a su lado... Pero no soy ninguna cobarde, daría mi vida por ella si hiciera falta. Es mi niña, mi mejor amiga.

Estaba aterrorizada. No me sentía preparada para volver a ver a mi familia, no me veía capaz de no ponerme a llorar desconsoladamente al ver a mi abuela tan enferma, o al ver a alguien emocionarse... pero aún y así sabía que era algo que debía hacer, no querría que ninguna de ellas me dejara sin demostrarles que las quiero muchísimo.

Así que esa tarde llegué prontito a Barcelona con el tren y me acerqué hasta el Hospital de San Pablo. Había quedado con ella en la salida del Metro, pero tuve que entrar en un bar cercano para ir al lavabo y aproveché para tomar un café. Al salir me encontré con la sorpresa: mi hermana Mireia no venia sola, allí también estaban mis otros dos hermanos, Miguel Ángel y Susana. Hacía años que no estábamos juntos los cuatro, y fue un momento muy especial...

Casi nos perdemos por los pasillos del hospital, tan largos, tan iguales. Es una ampliación del de toda la vida, todo es nuevo, muy moderno y amplio.

El recibimiento fue muy emotivo, pero conseguí no caer en las lágrimas, darle muchos ánimos y apoyo a mi abuela. Me parecía una muñequita, tan blanca, tan pequeña, con esa piel tan translúcida y esos ojos tan bonitos y peculiares, entre grises y verde agua. Siempre ha sido una flor delicada, alergica a muchísimos medicamentos (incluida la penicilina), con problema de tiroides... Hacia varios dias que no comía, que la tenían sólo con suero. Le explicamos mil cosas para distraerla. Fueron llegando más gente que hacía muchísimo que no veia: mis tios Miguel y Pepe; Sole, amiga de mis padres; mi cuñado Jordi, marido de mi hermana Susi. Me gustó reencontrarme con ellos.

Me gustó especialmente volver a estar con mi hermana Susana. Creo que, a pesar de llevar toda la vida juntas (nos llevamos poco más de un año) y de compartir habitación hasta que me fui de casa de mis padres, a pesar de haber vivido mil cosas juntas, siempre hemos sido muy distintas, nos faltaba madurar para encontrar ese punto de unión que nos faltaba. Ahora la siento mucho más cercana y quisiera conocerla mucho mejor. Cuando ella y Jordi me dejaron junto a la estación y nos despedimos con un abrazo y un "te quiero mucho", no pude evitar irme llorando, pero felíz.


Pero la historia que nos dejó alucinados en el hospital, nos la contó mi abuela.

Estaba ingresada en otro hospital antes de venirse a este y, esperando allí frente a un ascensor, con un camillero que la llevaba a hacer unas pruebas, se le acercó un viejecillo con cara de asombrado, mirándola fijamente. "¿¿Juanuchiña?? ¡¡Juanuchiiiñaaaaa!!¡¡El amor de mi vidaaaaa!!".... Este señor había sido pretendiente de mi yaya Juana cuando, de jovencita, vivía en su Galicia natal, pero ella se enamoró de un catalán, mi abuelo, y se casaron y vinieron a vivir a Barcelona. "Eras tan hermosa, tu rostro no se me olvida, lo llevo grabado en mi memoria..." le iba diciendo este hombre... Imagina la cara que ponian mi abuela y el camillero, allí los dos con la boca abierta... como nosotros escuchándola... El viejecito le explicó que incluso acudió a la iglesia a verla casarse, para perder toda esperanza, pero que jamás la había olvidado. ¡¡Que bonitoooo!! Estando en aquel otro hospital, un dia que tenian que trasladarla, no fueron capaces de encontrar una silla de ruedas y la arrastraron entre dos personas e incluso la empujaron groseramente para subir a la ambulancia. Cuando este buen hombre se enteró, montó un pollo monumental, exigiendo que la llamasen y se disculpasen con ella... ¡y al final lo consiguió! Él le contó que estaba viviendo con una pareja que le cuidaba, que incluso tenía un cochecito, que podrían quedar para dar una vuelta... Pero por la cara que ponía ella cuando lo contaba, no creo que lo haga nunca...
Nos despedimos tarde, nos fuimos los cuatro juntos en el coche de Jordi. Miguel Ángel y Mireia se quedaron frente a la puerta de casa de mis padres y a mi me dejaron en la estación. Quedamos en seguir en contacto y volver a vernos en las Navidades...

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