jueves, 23 de octubre de 2008

Estrenar un regalo

Ayer por la mañana, mi Cusinet vino a buscarme a casa y nos fuimos juntos de compras a la tienda de mis amiguetes Carlos y Marc (http://amandisecrets.es/) y nos compramos algunos juguetitos muy divertidos. Me regaló una mariposa parecida a la que yo describía en mi cuento de "Vibración", con la expresa petición de que la llevase por la noche en nuestra cita.

A las once en punto venía a recogerme para ir a cenar. Yo me había puesto una camiseta negra que resalta mucho mi escote, una falda con vuelo por la rodilla, medias negras, mis adorados Mustang negros de tacón y, por supuesto, el cacharrito en cuestión. Y con la melena pelirroja al viento, soy la bruja más sexy de la provincia, como mínimo jajaja.

Al entrar en su coche, le hice entrega del mando de la mariposa y él fue jugando a provocarme durante todo el trayecto, lo que nos hizo reír un montón, mientras nos poníamos al día de nuestras aventuras y tristezas. Como siempre, mi Cusinet es un modelo de elegancia: su barba bien recortada, traje de Pedro del Hierro, una corbata violeta, un reloj que encantaría a cualquiera y esas manos tan bien cuidadas. Ay, mi pequeño Director... ¡Guapo! ¿Quién diría que, bajo esa apariencia seria, hay un cuerpo con tatuajes y una mente dispuesta a indagar en los placeres de la vida?... mmm!

Aparcamos un poco lejos de nuestro destino y, ya casi en la puerta, se dio cuenta de que se había dejado el mando en el coche. No nos apetecía volver a por él, así que me comentó, apenado, que si me sentía muy molesta, me lo podía quitar en el restaurante. Y puedo decir que, ciertamente, no es cómodo de llevar, las cintas se clavan una barbaridad y el cuerpo central al ser rígido para albergar las pilas, resulta fatigoso sobre todo al sentarse.

Me llevó a un restaurante-enoteca llamado Vinya-Roel, en la calle Villarroel 109 (http://www.vinya-roel.com/), con una tienda de vinos en su entrada y un restaurante en su interior con una estética preciosa, aspecto de cava y una vinoteca climatizada en el centro, totalmente transparente y bien iluminada, mostrando las botellas que se guardan en su interior, lo que aporta una cierta tonalidad rojiza y cálida al ambiente. Nos pusieron en una mesa justo en un rincón, muy íntima.

Justo al llegar el camarero para tomarnos nota, siento que la mariposa se activa y empieza a vibrar. Abro los ojos como platos y me siento azorada, pensando que se ha conectado sola pero, al ver la sonrisa en la cara de mi acompañante, deduzco que no ha sido así... En cuanto el camarero se va con el pedido, me susurra, el muy picarón, riéndose: "no me puedo creer que realmente te hayas creído que me lo había dejado... Ha valido la pena sólo por ver tu cara".

La cena es una delicia: media ración de exquisitas rabas y un cestillo (comestible también) de tempura de verduras para compartir entre nosotros, un crujiente de marisco (que viene a ser como un rollito de primavera pero de gambas, con una salsa negra deliciosa) acompañado de raviolis para mi y un steak tartar para mi Cusi, que estaba realmente picante y que le hizo temer por la integridad de su estómago, todo regado con un tinto Les Sorts Vinyes Velles, de Montsant. Untando un poco de carne en una tostada, me lo ofrece a probar, pero lo rechazo. "¿No te gusta comer carne cruda?" me pregunta. Niego con rotundidad. "Pues no pienso freirme la polla" me contesta todo serio, lo que nos hace troncharnos de risa una vez más.

Nos quedamos un poco parados, mirándonos a los ojos con sorpresa, cuando un camarero al pasar, y dirigirme una mirada bien evidente suelta un "menuda suerte" en voz perfectamente audible. Desde ese momento, cada vez que pasa, no puede apartar la mirada de mi escote y nosotros nos reímos a carcajadas. "Y si supiera lo que está pasando ahí abajo aún fliparía más" me dice él, con un guiño.

De postre, unas fresitas en zumo de naranja y una ración de brazo de gitano de nata con salsa de fresas que estaba superior.

Es más de la una y ambos nos sentimos bastante cansados, así que esta vez pasamos de salir de copas y nos vamos directamente para su hotel. Por fin puedo quitarme el dichoso chisme. Al ver las marcas que ha dejado en mi piel, mi Cusinet casi se siente mal por habérmelo hecho llevar, pero ha sido muy divertido y, esa madrugada, me recompensa por haberme portado tan bien...

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