jueves, 22 de abril de 2010

Pesada


Si hay algo que me encanta de los gatos es su independencia. Están ahí en casa, te hacen compañía, a veces se dejan mimar y hasta te demuestran su cariño con altivez, como si ellos fueran tu amo y no al revés, pero la mayor parte del tiempo pasan de ti...

Yo no he tenido esa suerte.

Al llegar de Alicante, me esperaba una bronca en toda regla. Maullidos de todos los tonos y colores, a un volumen bastante estridente. Musa estaba muy cabreada conmigo por haberla dejado sola estos dos días y medio. Y eso que la dejé sobrada de comida y agua y de lugares calentitos donde dormir.... De la comida faltaba bien poquita, la muy petarda no ha comido casi nada, al ver que yo no volvía...

Y con ese temor a perderme (joder, quien iba a pensar que me llegaría a querer tanto jaja) no se separa de mi ni a sol ni a sombra.

Que voy al lavabo, se viene conmigo.

Que voy a la cocina, se viene conmigo.

Que estoy en el sofá, se sienta en la mesita, junto al ordenador y cada vez que me acerco a la pantalla, aprovecha para lamerme. Si estoy viendo alguna película, se estira sobre mis piernas, va subiendo lentamente, y cuando menos me lo espero, ya la tengo cómodamente situada en mi pecho y lamiéndome la cara...



Pero en la cama es lo peor. Mientras estoy leyendo, con las piernas encogidas, se mete bajo el nórdico y espera junto a mis muslos. Cuando apago la luz, sube hasta mi almohada y apoya su cabecita en ella, muy cerca de mi cara, para llenarme de besos de nuevo y tocarme suavemente con su patita. Me despierta un montón de veces mientras duermo, en su cariñoso afán de demostrarme su amor y a mi me sabe mal reñirla.... Y no descanso nada, me tiene frita....

Muy cariñosa, ¡pero muy pesada!

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