viernes, 24 de julio de 2009

¡Accidente!


Son casi las once de la noche. Voy en mi coche camino de Barcelona para encontrarme con Juanma, que me espera en su hotel. En la radio suena "Hot" de Inna, posiblemente la canción del verano y yo la voy tarareando alegremente.

He tomado un camino diferente al habitual, básicamente para ahorrarme los tres euros y pico que vale el peaje de entrada a la ciudad, cosas de la crisis. La Arrabassada es famosa por sus cerradas curvas y esta es solamente la segunda vez que yo circulo por ella. Muchos otros coches circulan pausadamente en ambas direcciones pese a ser tan tarde.

De repente, en la última curva, todo cambia. ¿Arena, aceite, neumáticos desgastados, una velocidad incorrecta...? No se exactamente lo que me hace salir de la carretera. El coche se desplaza lateralmente sin control y yo sólo acierto a decir "¡no, no, no!" mientras giro el volante para intentar enderezarlo y mi mente repite: "Por favor, que no venga nadie de cara, por favor, que no venga nadie de cara...". No es tanto mi propia seguridad lo que me preocupa, sino el hacerle daño a alguien y por fortuna, parece que mi ruego es escuchado. Todo acaba en un tremendo golpe, me quedo incrustada en el guardarrail del lado izquierdo de la carretera, atrapada dentro del coche. Los limpiaparabrisas se han conectado solos y se mueven de lado a lado, rítmicamente, mientras yo me sujeto el pecho, sin aliento, paralizada por el miedo, los ojos como platos, mi mente se queda en blanco, quiero mover mi coche pero no se cómo... Pienso: "que funcione, por favor, que funcione, quiero irme..."

En el coche que venia de cara, unos chicos americanos, que paran y acuden en mi ayuda, y en el que venia tras de mi, una pareja con su hijo. El hombre se acerca a mi ventanilla, yo bajo el cristal y con un hilillo de voz contesto afirmativamente cuando me pregunta si estoy bien. "Puedes parar los limpia" Trasteo con la palanca, incapaz de conseguirlo, demasiado aturdida todavía, hasta lograrlo. Los americanos hacen de guardias de tráfico, ayudando a ordenar el paso de los coches que pitan con prisa, mientras el otro hombre saca el parachoques de mi coche, que se ha caido y quedado trabado bajo las ruedas y me indica cómo moverlo hacia atrás para poder salir de su interior.

El aire de la noche me hace mucho bien y, aunque estoy temblando, comienzo a calmarme. El hombre va a buscar un rollo de precinto marrón a su maletero y me pega el parachoques como puede. Me pregunta si quiero llamar a la policia. Yo estoy bien, no le he hecho daño a nadie, así que no lo veo necesario. Sólo quiero largarme de allí. Me pregunta si estoy en condiciones de conducir y digo que sí. "Voy a ir muy despacito, tú ves siguiéndome tranquila, ¿vale?"

Y así, poco a poco, llegamos a la zona de Vallvidrera. Sé dónde estoy y por donde continuar. Allí nuestros caminos se separan, y les doy mil veces las gracias.

Al llegar a la calle Numancia, aparco en un sitio enorme que encuentro, me cuesta tantísimo conseguirlo que tengo que parar y descansar mi cabeza sobre el volante, desquiciada de los nervios, porque me es totalmente imposible.

Al subir a la habitación, Juanma me abre la puerta alarmado. Llego casi una hora más tarde de lo que habíamos quedado. ¿Sabes cuando un niño pequeño se da un golpe y no estan sus padres delante? Los busca con la mirada, aparentemente sereno y, cuando por fin los distingue, comienza su llanto, ansioso de ser reconfortado.... Pues a mi me pasa lo mismo. Mi barbilla se pone a temblar, intentando contener el sentimiento. Pero todas las lágrimas que había estado aguantando durante el camino salen en torrente al ver su cara preocupada. "¡He tenido un accidente!" le digo entre sollozos, enterrándome entre sus brazos, aferrada a su cuerpo. Entonces me doy cuenta de que él ha sido mi faro en la oscuridad, lo único que tenia en mente, mi fuerza para llegar hasta aquí...

Su risa dulce me apacigua, sus caricias y besos suaves: "Venga, tonta, estás bien, ¿no?, ya está, ya estás aquí, no ha pasado nada...".

Un masaje para soltar tensiones, una sesión de sexo vital e intenso, un buen rato sentados muy juntos en la tumbona de la terraza, desnudos bajo la luz de la Luna, hablando de cosas muy íntimas y personales.... Juanma es mi oasis de paz y con él, el mal trago va diluyendose en la noche.

Gracias, mi niño.
Y mi pequeña "berenjenilla", con un faro y un piloto rotos, el parachoques suelto, el lateral rallado y hundido, la tapa de la gasolina partida, la dirección hecha un desastre y la llanta rota. Por ahorrarme tres putos euros voy a tener que gastarme un pastón en la reparación.
Pero por suerte, yo estoy bien y eso es lo importante.



No hay comentarios: